La música de los sueños.
Son
en total doce los temas que conforman la BSO de El Origen, en los
que podemos notar que Zimmer entiende la música cinematográfica como un
elemento de narración profundo; con la música no se busca únicamente ambientar o
intensificar la emotividad de una escena, sino que arrastra consigo la esencia de la película.
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Hans Zimmer |
Trombones que aumentan
paulatinamente cuando aún la pantalla muestra el sello de las productoras,
música envolvente que hace ver la realidad alucinada y nos sumerge en un océano
onírico, es la prueba fehaciente de que la película ha iniciado, aunque todavía
no haya empezado a rodar la primera escena. Esta es la virtud de la banda
sonora (BSO) de El Origen (Descargar aquí), es la
virtud de Hans Zimmer, el director de la música, que se mueve entre los sonidos
electrónicos y orquestales, para crear una BSO minimalista, capaz de ser un
elemento narrativo consciente y no un componente limitado al apoyo de ciertas
emociones de la escenas o los personajes, no ese componente sonoro relegado
como un telón de fondo.
“desde el principio
estamos contando la historia” dice Zimmer, entendiendo la intención de
Christopher Nolan- el director-se adelanta a su propósito narrando con los
sonidos lo que Nolan mostrará con las imágenes. Entendió también que la película no se entrega con
facilidad, y que a medida que avanza, el espectador va obteniendo las pistas
para desentrañar el argumento. Respecto a esto explica Zimmer: “Lo que la BSO
está intentando hacer es preguntar y abrir puertas para permitirnos entrar como
espectadores, en vez de decirnos qué sentir o darnos las respuestas”. En Dream Is Collapsing,
el tercer tema de la BSO, podemos saber con precisión de lo que está hablando,
un tema hipnotizador que empieza en una tonalidad baja, pero que asciende
paulatinamente incrementando el éxtasis del espectador, para silenciarse de
súbito y dejarnos al borde del precipicio. El mismo espectador se encargará de
lanzarse.
El
Origen, es la historia de un grupo liderado por Cobb (DiCaprio) que con la
ayuda de un aparato intravenoso se interna en los sueños de las personas para
extraer ideas, pero ahora les han pedido lo que sería el último trabajo de
cobb, todo lo contario: implantar una. En esta odisea, se internan en un sueño
dentro de otro, y así hasta niveles más profundos. A medida que esto sucede, el
tiempo se hace más lento y por ende más duradero. Hans Zimmer también se
embarca en este viaje temporal, toma la canción Non, je ne regrette rien de Edith Piaf, y cambiando algunas notas, las
ralentiza para que el oído del espectador sienta una melodía más grave, un
tiempo más lento. Pero no se detiene. La misma canción sirve para sincronizar
las salidas de los sueños (lo que en términos del film es “la patada”) y además
para expresar a través de su melancolía, la lucha interna del protagonista, el
remordimiento por un amor perdido. “no, no me lamento de nada” es lo que dice
el título de la canción.
En la película también
encontramos acción, batalla entre unos y otros ¿pero con quién se puede luchar
dentro de un sueño? Resulta que el subconsciente proyecta imágenes, personas
que lo defienden cuando se siente invadido. Las proyecciones de Fischer, el
personaje al que hay que implantarle la idea, han sido entrenadas militarmente
para defenderse. En esta batalla contra el subconsciente de Fischer, se puede
escuchar otro atino de Zimmer: “Mombasa”,
un tema al que su constante tamborileo lo hace sonar repetitivo, pero que está
cargado de la adrenalina suficiente para acelerarnos las pulsaciones, sobre
todo cuando se mezcla con el tiroteo de las escenas.
Son en total doce los
temas que conforman la BSO de El Origen,
en los que podemos notar que Zimmer entiende la música cinematográfica como un
elemento de narración profundo; con la música no se busca únicamente ambientar,
intensificar la emotividad de una escena (lo que es propio de las películas
comerciales),sino que arrastra consigo la esencia de la película, colaborando
en el sentido de las acciones, siendo parte del desarrollo de las acciones como
un personaje más, y asimismo organizando las escenas, entretejiéndolas con el
hilo de la música para conseguir coherencia en las secuencias.
La imagen y el sonido
concuerdan hasta el final. La misión para Cobb y los suyos termina; y todos vuelven
a la realidad habiendo superado los obstáculos. La música final (Time es el último tema) es tranquila,
algo que necesita la mente del espectador. Se escucha como una revelación, como
un escape al laberinto onírico de Nolan. Sin embargo, el espectador necesita
“la patada”, necesita escuchar la canción de Piaf para saber que sale del
sueño, cosa que nunca sucede. La pantalla se oscurece y nos deja una idea
sembrada: empezamos a pensar que nuestra aparente realidad no es más que un
sueño.
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