Por
Víctor A. Yerena González
¡Entren, damas y caballeros, a ver al hombre que
puede morir y resucitar al instante! Mátelo usted mismo y verá cómo la vida
vuelve a su cuerpo. No tenga miedo, pase, pase, vea como Marcus, El Inmortal,
¡resucita delante de sus ojos!
Así, Marcus, el Inmortal, se hizo pegar un tiro
de pistola en la frente y la gente vio como la bala salía de su cabeza, y que
el orificio por donde había entrado se cerraba nuevamente. En otro lugar, hizo
que le prendieran fuego hasta que la multitud vio cómo la carne y las entrañas
se restauraban en los huesos blanqueados, y la piel volvía a estar mucho más
lozana que antes. En otra ocasión se despeñonó desde el más alto acantilado y
la gente pudo ver con sus propios ojos cómo se levantaba de las piedras sano y
salvo. Se ahorcó en Inglaterra, fue decapitado en Francia y descuartizado por
tiro de caballos en Escocia en insólitos actos donde morir no era la gracia,
sino ver como volvía a estar, no solo vivo, sino completamente regenerado.
¡El último acto de Marcus, el Inmortal, señoras
y señores! ¡Será azotado salvajemente, clavado en una cruz y su cuerpo será
enterrado por tres días! No se pierda este espectáculo y sea testigo de cómo
Marcus, el Inmortal, ¡regresa de la muerte tal y como lo hizo nuestro Señor
Jesucristo!
Satanás, que conoce los límites del orgullo del
hombre e incluso sus propios límites, contempló desde lo alto aquella
escandalosa blasfemia contra su odiado enemigo. Era la obra más horrorosa hecha
por el corazón del hombre después de aquella torre que llegaba al cielo.
Descendió Satán hasta el subsuelo donde yacía Marcus, el Inmortal, y lo
despertó de nuevo de las fauces de la muerte.
—Qué has hecho - le preguntó.
—¿Acaso no lo ves? Doy a mi público el más
grande espectáculo de magia.
—La magia no existe.
—Pero existe la vida.
—Tu última vida ya fue concedida.
—Ya lo sé, y cuando salga veré la gloria
—Ya van dos días de tu sepultura ¿cuánto tiempo
más esperas estar vivo dentro de esta fosa?
El terror de Marcus se apoderó de todo su
cuerpo, el aire comenzó a faltarle, de nada le valieron los gritos de auxilio y
las oraciones de arrepentimiento. Porque la paga del pecado es la muerte y he
aquí, dice El Señor, que todo pecado será perdonado, pero el pecado cometido
contra El Eterno nunca será perdonado.
—¡Tiempo! - gritó el hombre
—¡Concédeme el
tiempo!
Satanás, que conoce la cruel ironía del destino,
le concedió una eternidad. Desde ese momento y hasta el día de hoy, Marcus, el
Inmortal, vive y muere en agonía una y otra vez hasta el fin de los tiempos.
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